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En mi caso, tengo múltiples aficiones que utilizo en función del tiempo disponible: El buceo recreativo y de competición, salidas de alta montaña, autodefensa, el cuidado de las plantas y mascotas, la encuadernación artesanal, la pintura con acuarela y garabatos o simplemente ver una buena película. Distintas técnicas de relajación para lograr el equilibrio emocional cuando la ansiedad y la frustración ante distintas situaciones cotidianas logran desestabilizarme de forma puntual. Poner la música con el volumen al máximo y gritar (que no cantar) la canción suele hacer que a los dos minutos ya se me haya olvidado cualquier problema. Todos los días doy gracias por tener lo que tengo, y a las personas con las que comparto mi vida les agradezco que compartan conmigo el viaje, lo valoro mucho. El apoyo emocional que me brindan las personas más cercanas me resulta indispensable, verbalizando situaciones de estrés y generalmente pasándolas al lado opuesto con bastantes risas, ya que suelo repetir en mi cabeza o con otras personas en tono de humor la discusión que haya tenido, pero en la nueva versión al final siempre gano yo. Igualmente, tratar de exponer por escrito los problemas en una especie de «diario» me ayuda a veces a simplificarlos. En mi agenda pongo anotaciones para este tipo de situaciones que me resultan graciosas. Pero la fórmula que más suelo utilizar es desdramatizar, lo cual no implica minimizar. Bendigo mi mala memoria para los malos momentos, porque parte de mi felicidad se debe al olvido. Me adapto lo mejor posible a cada situación, paso página y avanzo, unas veces más lento y otras más rápido. Y trato de no callarme mucho lo que pienso, lo considero parte de mi terapia diaria. Otra técnica infalible para cuidar mi salud mental es pedir de vez en cuando a varias mujeres que conozco que me cuenten anécdotas de su vida: una es una mujer de 90 años que ha sobrevivido a todo lo que la vida le ha puesto por delante, la otra es mi superheroína, otra mi mejor amiga y la mujer que debería gobernar el mundo, otra la mujer más valiente que conozco y así podría seguir citando hasta mañana.
Cada situación requiere una cosa distinta, según lo que se me ocurra en ese momento. Si no se me ocurre nada suelo preguntar a otros. Cuando ha sido necesario he acudido al especialista.
Para finalizar, como premio, todas las noches desde hace catorce años me como una onza de chocolate negro.